LIGA DE COMODORO RIVADAVIA
El fin de semana futbolístico en Comodoro Rivadavia vivió momentos nefastos en dos canchas. El sábado, el factor violencia sacudió en Ciudadela, mientras que el domingo, la intolerancia vivió un capítulo más en cancha de Petroquímica.
Diario Crónica
No hay que dormirse. Ese parece ser el mensaje inmediato que manda la violencia cuando se baja la guardia y parece todo bien encauzado en materia organizativa. Hacía un buen tiempo que los incidentes estaban alejados del entorno del futbol. Pero apenas se otorga un centímetro de licencia, lo nefasto aflora con el ímpetu habitual de otros tiempos.
Nuevamente, se tendrán que acomodar los antídotos que se reclaman en estas instancias. La violencia es un virus que se propaga en cualquier atisbo de tierra fértil. Por eso, apenas se dan las condiciones para que asome, no duda, se aferra como abrojo y luego, el desprendimiento tiene parentesco a un parto.
Por eso es necesario actuar de inmediato, focalizar el punto neurálgico y tratar de extirparlo antes de la acostumbrada propagación.
Como en otras ocasiones, falló la prevención. Había síntomas -especialmente en Ciudadela- que podían convertirse en carne fresca para las fieras sedientas de violencia.
Pero además, en cada uno de los casos fue evidente que el factor etílico tuvo un protagonismo fundamental. No hubo controles preventivos como para evitar que la ingesta se convierta en el arma principal para la intolerancia.
Aunque duela, principalmente a los que entienden el futbol como un espectáculo de dos partes, todo indica que se va derechito a partidos sin hinchada visitante. Es apenas un paliativo, pero lo suficientemente fundamentado en los acontecimientos, como para frenar o evitar inconvenientes que dicen presente cuando hay dos grupos sin espacio intelectual para compartir un simple partido de futbol.
Son voces de alerta, luces rojas indicativas que hay que tratar de mejorar los controles. En esta temporada no se habían presentado situaciones emparentadas con la violencia, pero apenas se baja la guardia, se viene el uno-dos típico del que está agazapado para golpear sin avisar.
El fin de semana futbolístico en Comodoro Rivadavia vivió momentos nefastos en dos canchas. El sábado, el factor violencia sacudió en Ciudadela, mientras que el domingo, la intolerancia vivió un capítulo más en cancha de Petroquímica.
Diario Crónica
No hay que dormirse. Ese parece ser el mensaje inmediato que manda la violencia cuando se baja la guardia y parece todo bien encauzado en materia organizativa. Hacía un buen tiempo que los incidentes estaban alejados del entorno del futbol. Pero apenas se otorga un centímetro de licencia, lo nefasto aflora con el ímpetu habitual de otros tiempos.
Nuevamente, se tendrán que acomodar los antídotos que se reclaman en estas instancias. La violencia es un virus que se propaga en cualquier atisbo de tierra fértil. Por eso, apenas se dan las condiciones para que asome, no duda, se aferra como abrojo y luego, el desprendimiento tiene parentesco a un parto.
Por eso es necesario actuar de inmediato, focalizar el punto neurálgico y tratar de extirparlo antes de la acostumbrada propagación.
Como en otras ocasiones, falló la prevención. Había síntomas -especialmente en Ciudadela- que podían convertirse en carne fresca para las fieras sedientas de violencia.
Pero además, en cada uno de los casos fue evidente que el factor etílico tuvo un protagonismo fundamental. No hubo controles preventivos como para evitar que la ingesta se convierta en el arma principal para la intolerancia.
Aunque duela, principalmente a los que entienden el futbol como un espectáculo de dos partes, todo indica que se va derechito a partidos sin hinchada visitante. Es apenas un paliativo, pero lo suficientemente fundamentado en los acontecimientos, como para frenar o evitar inconvenientes que dicen presente cuando hay dos grupos sin espacio intelectual para compartir un simple partido de futbol.
Son voces de alerta, luces rojas indicativas que hay que tratar de mejorar los controles. En esta temporada no se habían presentado situaciones emparentadas con la violencia, pero apenas se baja la guardia, se viene el uno-dos típico del que está agazapado para golpear sin avisar.